La neurociencia afirma que, tras leer un buen libro o una buena novela, nuestro cerebro no vuelve a ser el mismo.
Siempre se ha dicho eso de que las novelas dejan huella, y así es, ya que la neurociencia ha demostrado que, cuando leemos, la conexión entre la corteza temporal izquierda del cerebro, el área asociada con la recepción del lenguaje, es mayor.
Pero aún va más lejos, puesto que esa actividad intensificada continúa durante varios días después de la lectura. Pero, espera, espera que hay más todavía.
La lectura no aumenta únicamente la actividad en la corteza temporal, sino que también lo hace la actividad en el surco central del cerebro, o región responsable de la actividad motora sensorial primaria. Cuando leemos, las neuronas en este área del cerebro se activan para crear una sensación no solo de leer sobre una acción, sino de experimentar las sensaciones que describe.
Siempre y cuando que el libro haya llamado nuestra atención.
La investigación neurobiológica con imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI, por sus siglas en inglés) ha comenzado a identificar redes cerebrales asociadas con la lectura de historias.
Investigadores de la Universidad de Emory han detectado, por ejemplo, cambios en el cerebro que persisten, al menos durante unos días, después de leer una novela, y un equipo de neurobiológos de la Universidad de Stanford ha rastreado el flujo de sangre en los cerebros de los sujetos mientras leen extractos de una novela (concretamente, con Mansfield Park, de Jane Austen, pero sospechamos que sus conclusiones son extrapolables a cualquier buena novela).
¿Cómo han llegado a las conclusiones?
En el caso del estudio llevado a cabo por la Universidad de Emory, todos los lectores tuvieron que leer la misma novela, Pompeya, un thriller de 2003 de Robert Harris que narra la erupción del Monte Vesubio en la antigua Italia.
«La historia sigue a un protagonista, que se encuentra fuera de la ciudad de Pompeya e intenta volver a tiempo para salvar a la mujer que ama. Mientras tanto, el volcán continúa burbujeando y nadie en la ciudad reconoce las señales que anuncian la tragedia», explican los investigadores en su estudio.
Bien: conflicto, conflicto y más conflicto. «Representa los verdaderos eventos de una manera ficticia y dramática. Para nosotros era importante que el libro tuviera una línea narrativa sólida», continúan. Léase: que la novela atrape.
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