El espacio vacío que es la página en la que se escribe, nos invita a regenerar nuevamente nuestro mundo interno. Así, veremos qué es aquello que contenemos.
Según varios estudios, el ejercicio de expresar sentimientos y pensamientos de forma escrita puede ayudar a esas personas que experimentan síntomas de ansiedad o los estragos de una tragedia personal, como podría ser una depresión fuerte o la pérdida de un ser querido. Por otro lado, hay estudios que demuestran el mismo efecto positivo sobre quienes sufrían de cáncer, dolor crónico, entre otras dolencias. El denominador común está en que aquellos que escribían sobre sus problemas se sentían en general más felices, dormían mejor e incluso obtenían mejores calificaciones.
Y es que el ejercicio de escribir todos los días durante unos minutos tiene un efecto positivo mucho mayor del que imaginas. De hecho, los estudios citados anteriormente sugieren que el no expresar lo que una persona piensa o siente, después de haber experimentado un hecho traumático, puede tener una relación directa con la necesidad de visitar a una especialista médico. Quienes por el contrario, expresaban concretamente su visión sobre los problemas que estaban experimentando, tenían luego menos razones para acudir a un médico para tratar un malestar fisiológico determinado.
¿Por qué escribir es bueno para nuestra salud?
Queda claro que el expresar lo que sentimos es una forma de mejorar nuestra salud. Pero, ¿por qué es bueno hacerlo de forma escrita? Porque necesitamos que nuestra mente asigne un significado a lo que ha ocurrido. Es necesario que pueda darle sentido a lo que estamos viviendo porque cuando esto pasa, nuestra mente puede descansar finalmente. El profesor Pennebaker dice que el hecho de escribir ayuda a que nos obliguemos a ordenar los pensamientos de forma coherente, dando por tanto esta sensación de “sentido” a las cosas. Además, el uso concreto de ciertas palabras tiene una consecuencia directa sobre la capacidad de que ese relato sirva para ordenar las ideas. Palabras como “porque”, “entender”, “no” o “causa”, encierran un poder adicional porque implican un esfuerzo cognitivo de parte de quien las escribe.
En el libro Expresive Writing: Words that heal (Expresión escrita: palabras que curan), Pennebaker sintetiza 4 consejos para utilizar la escritura como herramienta para sentirnos mejor:
- Pregúntate a ti mismo: ¿cuánto tiempo ha pasado desde que me siento así? Si “demasiado tiempo” es la respuesta automática, es hora de buscar ayuda. Este es el momento para hacer algo al respecto y el comenzar a escribir puede suponer el primer paso.
- Comprométete a escribir 20 minutos durante cuatro días consecutivos. Los estudios demuestran que este tiempo sirve para obligarse a construir un relato coherente sobre aquello que está provocando malestar.
- Escribe sin parar. No te fijes en la sintaxis ni en la ortografía, ni tampoco en si lo que estás escribiendo puede ser entendido por alguien más. Esto solo te sirve a ti.
- Intenta construir una narrativa que conecte con otros aspectos de tu vida. Repasa lo que te está pasando en relación a aspectos importantes como tu trabajo, tus relaciones afectivas u otras áreas que puedan dar contexto a tu relato. No temas si necesitas estructurar lo que escribes mediante un inicio, un desarrollo y un final, como si fuese verdaderamente una historia.
Escribir ayuda a sanar
Escribir puede servir como un primer paso en el proceso de hacer algo para sentirte mejor. De hecho, en el contexto de una terapia psicológica, es muy común su utilización como herramienta terapéutica simple y poderosa. Cuando logramos darle forma al malestar mediante la escritura, el proceso mental que este ejercicio supone es por sí mismo una forma de atacar al problema. Escribir es contar historias y las historias también curan.
Sin embargo, quizás el mensaje más importante es que existen muchos mecanismos disponibles para estar mejor, para dar ese paso que te permita cambiar lo que está pasando y ser más feliz. Si sientes que puede ser tu caso, no dejes pasar más tiempo y actúa.
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