El jurado la ha elegido “por estar su poesía entre la desolación y la clarividencia, la lucidez y el dolor».
Francisca Aguirre ha escrito en uno de sus últimos poemas que su casa es “una vieja enciclopedia” a la que alguien ha arrancado algunas hojas. “Algo dentro de mí se revuelve y protesta”, dice también.
Nacida en Alicante en 1930, Aguirre no se ha movido de esa casa —un quinto piso en el barrio madrileño de Chamberí— desde que tenía 10 años. Ahora tiene 88.
En ella recibió este martes la llamada que le anunciaba el Premio Nacional de las Letras, dotado con 40.000 euros y establecido para reconocer la obra completa de un autor en cualquiera de las lenguas de España.
Que esa obra completa —publicada en enero pasado por la editorial Calambur— se titule en el caso de Francisca Aguirre Ensayo general da una idea del carácter discreto de una autora a la que se le agolpan los recuerdos en la cabeza pero que no la pierde para ofrecer café, agua, “un libro que necesites”, a los periodistas que la visitan con motivo del premio. “No os disculpéis por venir a trabajar”, dice.
“Los que nos hemos ganado la vida con nuestro sudor estamos del lado de los trabajadores”.
El jurado que le ha concedido el premio la describe como “la más machadiana de la generación de los años cincuenta” y a ella le parece, sencillamente, “bien”. Sobre todo lo de machadiana.
Lo de las generaciones le da un poco igual: “Nunca quise formar parte de ningún club”. Tampoco, explica, siente que ahora se haga justicia con ella ni que el galardón la sitúe donde no quisieron situarla las antologías canónicas: “No me he sentido relegada”.
A su lado, su hija, la también poeta Guadalupe Grande, le lleva la contraria. Un poco: “Este premio servirá para reivindicar la herencia de todas esas voces femeninas que fueron quedando de lado. A veces dos veces: por ser mujeres y por estar exiliadas”.
Fuente: El País.
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